La tecnología ha cambiado nuestra manera de trabajar, relacionarnos y comunicarnos tanto en el entorno público como privado. Las herramientas y los productos tecnológicos que utilizamos nos afectan directamente a nivel individual, colectivo y medioambiental; por lo tanto, es necesario emprender un proceso de empoderamiento tecnológico que nos permita ejercer nuestra propia soberanía tecnológica.

Nuestra identidad digital está permanentemente expuesta en la red, necesitamos tomar conciencia de cuáles son nuestros derechos digitales y como los podemos ejercer.

Necesitamos dotarnos de poder propio para ser asertivos en la toma de decisiones al respecto de nuestro yo digital y a influir en la percepción colectiva por medios democráticos.

La carencia de empoderamiento nos conduce a la aceptación de lo que viene dado sin cuestionar si respeta la privacidad y otros derechos digitales, o simplemente elude el hecho que estos existan y que los debemos que ejercer.

La evolución de la tecnología ha contribuido a la globalización del software privativo. Este tipo de software tiene el interés exprés de recopilar, almacenar y gestionar masivamente la información personal de todos sus usuarios (big data) con la finalidad pública y manifiesta de obtener beneficio económico. Normalizar el uso de este tipo de herramientas y utilizarlas por defecto comporta necesariamente la pérdida de soberanía tecnológica de la sociedad y propicia una problemática al alza.

Las grandes corporaciones propietarias de este software privativo se nutren de este desconocimiento para conseguir que seamos los propios usuarios quienes cedamos nuestra información personal de forma masiva y voluntaria, amparados en una falsa percepción de seguridad y libre decisión.

¿Casualidad? Ni pensarlo. A mayor cantidad de usuarios, mayor beneficio económico (y también mayor capacidad predictiva y de control social).

La información que se obtiene del análisis del i>big data es clave para entender como se configura el pensamiento de una sociedad entera.

Es oro puro para elaborar estrategias, como por ejemplo: generar estadísticas, nuevas tendencias, hábitos de consumo y necesidades, modificar el flujo del mercado; ofrecer productos o contenidos predeterminados...

Pero también resulta de gran valor para detectar el comportamiento de los movimientos sociales y de clases; crear redes de relaciones interpersonales y profesionales, establecer patrones de conducta, generar predicciones, etc.

Así pues, la finalidad de la recopilación y gestión de toda esta información personal no es solo económica, sino que también tiene el objetivo de ejercer control. Si el control es masivo, gana efectividad.

El contexto en el que nos encontramos pone de manifiesto la necesidad de fomentar el uso de tecnología ética y emancipadora, que empodere la sociedad y vele para salvaguardar sus derechos digitales.

El software libre, abierto, cooperativo y transparente, blinda estos derechos y no se rige por intereses económicos. No contribuye al control por vías tecnológicas y no se lucra con la cesión de datos personales. Su naturaleza impide la compilación.

Esta es la razón, por la que tendría que tener un papel más destacado en sectores que, por la función que cumplen, compilan y gestionan la información de miles de identidades digitales, como por ejemplo la educación, la salud o las instituciones.

Debería ser el elemento vertebrador de una sociedad empoderada.